Sentir, no sentir y otras formas de ser una persona avestruz
Sobre la estúpida noción de querer ser siempre "feliz".
Nunca he sabido cómo sentir. Es fuerte, es la primera vez que expreso esto en voz alta —fuera de terapia, por supuesto—. Nunca he sabido, nunca me enseñaron —si es que eso algún día se llega a enseñar—. Raro, ¿no?, aceptar esto en voz alta, aunque sea en letras –esas letras que son el refugio de toda persona avestruz (llegaremos a este concepto más adelante). Raro, ¿no?, pensar que nos deberían enseñar eso. Deberían, sí, deberían —y si sí, no llegue a la clase—.
Suena What Was I Made For? de Billie Eilish, en loop. Para los que siguen este Substack desde su reciente inicio —sí, a ellos que casi les rogué por su correo— sabrán que para mí es la forma de canalizar mis sentimientos, saber cómo me siento a partir de una canción. Saber cómo me siento a partir de la elección de un álbum —porque claro, eso se escucha completo, no canciones por separado—. Y la respuesta en mí, y en la melodía de Billie Eilish, es no sé. No sé cómo sentir.
Expresarlo es complicado, estas letras son complicadas. En mi pasado, como lo contaba en Comenzar de nuevo, siempre lo intenté poner en otra cosa lo que siento. En letras, en fotos, en comida, en todo… en todo menos en mí. En esa canalización para saber cómo sentir. Sentir, no sentir o ser una persona avestruz —si te quedaste leyendo por ese concepto, me refiero a la persona que mete su cabeza en la tierra para no dejarse sentir nada, no expresar nada y dejar pasar todo sin actuar, sin sentir. Es más, es peor que la indiferencia de no sentir—.
Durante años he jugado ese juego: sentir, no sentir o ser una persona avestruz. Me enseñaron a serlo… no me enseñaron, corrijo, me enseñé. Apanicado por agradar, por el aplauso del reconocimiento, por la ovación de mi minoría cercana; me acostumbré al perfeccionismo, a que todo tiene que ser bueno, todo tiene que ser lo mejor. Agradar por convicción, simular. Agradar por convivir, agradar por pertenecer. Eso, eso marco gran parte de mi vida temprana, en donde sentir no era válido, no había lugar si querías pertenecer.
Más adelante, en mis inicios por el camino de la “escritura”–si es que a esto se le puede llamar escritura— cuando me aventuré a escribir textos como Partir —publicado en este Substack por pura nostalgia, llamémosle ego, si así lo prefieren— jugué por primera vez con plasmar en letras lo que en verdad sentía, por ser mi verdadero yo.
Aterrado ante la falta de claridad, coherencia y narrativa, creí que nunca llegaría a nada con ellos. Eso de mi lado, de mi falta de carácter, se podría decir. Por el otro lado, mi cortísima audiencia, preocupados por mi estado de ánimo y mi “depresión” no sumó con comentarios fuera de la realidad, además de, y por supuesto, mi estúpido e infantil deseo de siempre mostrarme ante todos “feliz”. Por eso dejé de escribir lo que tanto me gustaba, lo que tanto me hacía sentir.
Y, así, querido lector, así se es una persona avestruz. Una persona que siente, y mucho, y sume la cabeza con tal de frenar todo. Porque para ser “perfecto” y “feliz”, ese “sentir” no tiene cabida.
Y no me malentiendan, este no es un texto de revanchas, victimismos ni ningún otro estilo. Nadie tiene la culpa de que soy como soy, nadie más que yo. Es, simplemente, decir lo contrario. Es, como lo decía en Comenzar de nuevo, ese “empezando a empezar” que se siente distinto. Claro, me aterra sacar la cabeza de la tierra y dejarme sentir.
Me aterra que estés leyendo esto —lo sé, es paradójico que te haya rogado por tu correo—. Me aterra, me asusta, me hiela; pero —casi— por primera vez en mi vida he decidido compartir en estas letras, en estos textos, lo que realmente soy, con todo el miedo del mundo, porque creo —y al menos eso creo— que es algo para lo que fui hecho. Para sentir. Para sentir y no tener miedo de decirlo.
Y sí, si este texto llega a ti, por cualquier vía posible, escucha What Was I Made For? de Billie Eilish y no tengas miedo de ser —o mínimo buscar— lo que realmente eres. De sentir y compartir, lo que realmente eres.
Y, así, querido lector, se deja de ser una persona avestruz. (Esperemos dure).
Para las personas que te amamos eres más que una persona avestruz, eres luz e inspiras a la gente cuando menos te lo esperas. Te amo brujo barbón